LA
MUJER EN SU IGLESIA LAS LÁGRIMAS
La mujer no solo es igual en su dignidad a todo hombre,
sino que su papel es fundamental y clave en su Iglesia. Sin la mujer no hay
vida. Sin su “sí” no se abren las puertas al Señor que viene. Sin su amor la
tierra languidece de esperanza. Me impresionaron estas palabras de los judíos
en el Talmud que a mi manera he traducido y sintetizado. “Tened de verdad mucho
cuidado con hacer llorar a una mujer.
Dios vela por las lágrimas de las
mujeres. Sabéis que la mujer ha salido de la costilla del hombre, no de los
pies para poder ser pisoteada, tampoco de la cabeza del hombre, no del costado,
sino un poco más abajo, del lado del corazón, para ser protegida, para ser
amada, para ser siempre compañera inseparable del corazón humano. Para ser el
corazón de la familia, de la vida.
Me impresionan las lágrimas de cualquier ser
humano. Las de la mujer me conmueven hasta decir: ¡basta! Todo daño que se haga
a cualquier ser humano es intolerable, a las mujeres clama al cielo. No se
puede hacer daño a nadie, pero menos aún a la mujer que lleva en su seno, en
sus entrañas, en su ser torrentes de vida, de ternura, de amor, derrochadora
incansable de justicia.
Luchadora de los derechos humanos más necesarios. Su
servicio en la Iglesia es impagable. Jesús que jamás tuvo ningún enemigo que
llevase el nombre de mujer, siempre las comprendió, las valoró, las hizo sus
amigas y las eligió para su seguimiento y entrega en los servicios más
delicados. A una de ellas, María Magdalena, la eligió para ser testigo de su
Resurrección, el acontecimiento más clave de la humanidad.
El papa Francisco ha
elevado la celebración de María Magdalena al rango de fiesta al mismo nivel de
los apóstoles. Las mujeres en su Iglesia con su entrega y sus lágrimas, su
ternura son auténticamente portadoras de Buena Noticia y como dice Enzo
Braschi, un monje que sus libros son muy leídos en el mundo y con el cual tuve
la suerte de compartir mesa y escucharle una conferencia a los religiosos y
religiosas en una semana de formación: “Lo que se debería pedir es que se les
permitiera a las mujeres también en las instituciones eclesiásticas lo que se
les permite en el monacato que desde el principio reconoce a las mujeres la
posibilidad de gobierno, predicación, enseñanza doctrinal y dirección
espiritual”. A pesar de lentitudes nuestra Diócesis desde hace muchos años vive
en esta dirección.
La mujer en su Iglesia con el carisma “mariano” nos impulsa
a una fidelidad, aun amor que se hace vida entregada y generosa.
¡GRACIAS,
SEÑOR, POR LA MUJER EN SU IGLESIA!
+Francisco Cerro Chaves
Obispo de Coria Cáceres