DOMINGO XV.
Nuestro prójimo.
Lc 10, 25-37.
La clave de la evangelización esta siempre en
responder desde el Corazón de Cristo a las grandes preguntas que alberga el
corazón humano. O no sabemos suscitar las grandes preguntas o no sabemos
proponer las grandes respuestas como hacia Jesús.
Cuanta
sabiduría se encuentra reflejada en todas las parábolas de Jesús. En la del
buen samaritano se reflejan todos los corazones humanos ante la persona herida
en el camino de la vida.
El hombre
aparentemente profundamente religioso cumpliendo leyes pero sin caridad. No
tiene el corazón ilimitadamente bueno de Jesús que refleja las
bienaventuranzas. No es bueno hasta que le duela. Cumple con la ley pero no
arriesga la vida por los heridos y apaleados en las periferias geográficas y
existenciales. No se matan por los demás.
Otro
personaje es el que quiere nadar y guardar la ropa. No se acerca por si acaso
se contagia de compasión. Guarda las apariencias sociales pero no es bueno de
corazón. Su patria es la mediocridad. Se escapa con la conciencia aparentemente
tranquila pero no es capaz de amar hasta el extremo. Pueden ser muy religiosos,
pero muy poco cristianos, porque falta la prueba de algodón que es la caridad
en el camino de la vida.
El último
personaje es conmovedor. Fuera de los márgenes de lo políticamente correcto. Se
mancha las manos trabajando por los demás porque lo exige el buen corazón
limpio de toda miseria humana. Hace el bien y lo hace bien, aunque le puede salir
el tiro por la culata. Ve el rostro de Jesús en el caído y herido y no le
importa complicarse la vida aunque le dejen solo. Ha captado perfectamente
quien es mi prójimo.
Es la
teología caritativa propia de los santos. El Espíritu les impulsa a dar la vida
por amor, a llevar sobre su propia cabalgadura al herido y sin esperanza. Como
el buen pastor es también pasto que acoge y alimenta a todos los cansados y
agobiados.
+ Francisco Cerro Chaves
Obispo de Coria-Cáceres