DOMINGO DE
PENTECOSTES.
Defensor, nos enseña y nos
recuerda.
Jn 14.
Como el gran
fruto, el gran don de Cristo Resucitado, se llama el Espíritu Santo, Señor y
dador de vida que celebramos en el último domingo de Pascua llamado
Pentecostés. Tres palabras nos dice Jesús sobre el Espíritu Santo que
recordamos siempre con inmenso agradecimiento pues la persona divina del
Espíritu Santo tiene como misión formar en nosotros los sentimientos del Corazón
de Cristo.
Primero, el
Espíritu Santo es nuestro defensor. El otro abogado, que con Cristo ha
derrotado al diablo que es el que nos acusaba de noche y de día dejándonos sin
esperanza. Es el Espíritu Santo enviado por Jesús resucitado desde el seno del
Padre el que nos defiende de las acechanzas del mundo, del demonio y de la
carne. Es un defensor de nuestros anhelos de misericordia. Con sus dones y frutos
nos señala que el horizonte de la santidad es el objetivo de nuestro Bautismo.
El único error que hay en la vida es no ser santo.
Segundo, nos
recordará que el Amor del Señor es nuestra fuerza en nuestra pobreza y
debilidad. Recordar el Amor de Dios el latido de su Corazón en todas las
circunstancias de nuestra vida es encontrar el camino de la santidad, que no
puede existir sin un Reconocimiento agradecido de tanto amor recibido. El
Espíritu Santo es el recordatorio permanente de la historia de la salvación en
nuestra vida. Ante una historia personal mal hecha por nuestros pecados él hace
la historia de la salvación pues su Corazón misericordioso siempre escribe
derecho con renglones torcidos.
Por
último el Espíritu Santo nos enseña con el don de sabiduría a saborear el Amor
de Dios en nuestra existencia. Su enseñanza es humilde y discreta. Su Amor
encantador. Propone sin imponer. Su enseñanza no es un jeroglífico sino su Amor
desbordado a través del Corazón de Cristo. Sin las enseñanzas de su Amor
misericordioso seria estéril nuestra vida y nuestro apostolado.
Es necesario ser muy amigo del Espíritu Santo
derramado en Pentecostés para vivir en la alegría, el amor y la Paz de quien
siempre tiene abierto su Corazón.
+ Francisco Cerro
Chaves
Obispo de
Coria-Cáceres