(Orar con Marcos 13, 33-37)
Decía el
Hermano Rafael que toda la ciencia de la vida consiste en saber esperar, pero
¿cómo saber esperar en los tiempos que nos ha tocado vivir? ¿Se puede tener
esperanza en estos tiempos de crisis generalizada?
El Evangelio
siempre es esperanza. Siempre es adelante, adelante, adelante. Las crisis son
para creer y para poner nuestra esperanza en lo verdaderamente importante, que
muchas veces es invisible a los ojos.
Hace unos días,
visitando un centro de discapacitados, me impresionó una de las chicas que, al
acercarme a ella, de pronto me dijo: Te estábamos esperando, gracias por
venir. Aquí está la clave del Adviento y de todas nuestras vigilancias, que
esperamos. Vigilar es saber esperar. Estar convencido de que, en medio de este
mundo que tanto ama Dios, es necesario saber esperar y estar atento para
convencernos de que los profetas de hoy y de siempre no son los que se quedan
mirando por dónde se ocultó el sol, sino que saben descubrir por dónde volverá
a amanecer.
A veces,
podemos tener la impresión de que esto no tiene solución. De que cada vez se
agudizan más los problemas. Incluso tenemos el peligro, los cristianos, de
retirarnos a los cuarteles de invierno, por la que está cayendo. Sin
embargo, la esperanza nos recuerda que el Velad, porque sabemos que el
Señor siempre llega de improviso, es descubrir el gozo y la alegría de
que nunca estaremos solos en esta aventura que es vivir, porque Él ha venido,
viene y vendrá.
Es muy hermoso
recordar cuántas veces ha venido por sorpresa el Señor a nuestras vidas.
Siempre como Buena Noticia. Aunque, a veces, el inicio fue a través del
sufrimiento. En cierta ocasión, escuché a un hombre de Dios algo que me
impresionó, y nos recordaba que a él le daba siempre mucha paz: «Hasta estos
momentos de mi vida, siempre, el Señor ha estado presente y ha suscitado
esperanza. No me ha dejado nunca solo. Siempre ha caminado a mi lado. ¿Por qué
no lo va a seguir haciendo en estos momentos, y siempre, como hasta ahora? Y
siempre he recobrado la alegría». Esto es saber esperar en tiempo de crisis.
Esto es, estando atentos y vigilantes esperando todo de su Amor, que viene a
nuestro encuentro.
Algunas
ventajas hemos de tener los creyentes. La esperanza es nuestra patria. La
alegría, nuestra condición. Él vendrá y está viniendo a todos nuestros miedos,
a todas nuestras oscuridades, a todos nuestros malos momentos. Lo importante es
que siempre se acerca, como de puntillas, sin hacer ruido, y estampa en nuestro
corazón, siempre, un beso de esperanza. No es difícil reconocerlo, hay que
estar atento, vigilando en nuestro mundo, nuestro pequeño mundo, a veces,
nuestro complicado mundo, de conflictos bélicos, de economías sumergidas, de
crisis, de terrorismo salvaje. Él siempre nos acompaña y nos ayuda. La
vigilancia es decirle, una y otra vez: «¡Qué bueno que viniste!» Y estrenar
cada día el gozo de vivir y de ser feliz, porque Él viene puntual a la cita.