Siempre he sido un buscador
incansable de tu alegría.
No me conformo más que
contigo, Señor.
Cada momento sin Ti
me parece tiempo perdido.
Cuando llega la noche
cierro la puerta de mi casa
y abro mi corazón,
y descubro que puedo decir
“desde que tú entraste en mi
vida,
confieso que he vivido”.
Amén.