En
esta tarde de la vida,
comparezco
delante de Ti,
Señor,
y
confieso que he amado
y he
sufrido por Ti.
Nada
fuera de ti
he
anhelado;
todo
era nada en comparación
con
tu Corazón.
Confieso
un poco ruborizado
que
sembré demasiada poca
esperanza
en los corazones
que
se acercaron a mi vida.
Amén.