(Orar con Lc. 15, 11-32)
Señor,
me marché lejos porque me habían dicho que Tú eras “el aguafiestas de la vida”.
¿Te
acuerdas?... Fue una tarde de verano Había oído que la libertad era vivir sin
Ti. Que lejos… muy lejos… estaba la vida. Que las fiestas del mundo son siempre
las mejores. Y… me marché.
Te
dejé triste, pero creía que estaba haciendo un buen negocio.
Hoy
vuelvo de lejos. Sin nada. Mis alforjas y mi dignidad, están perdidas.
Solamente tu aliento, Padre, me conmueve. A veces creo que eres demasiado blando.
Una
noche, al mirar las estrellas, comprendí que Tú estás siempre cerca. Desde
entonces cuando vuelvo a Ti, tengo una certeza absoluta de que me acoges en la
“Casa” de tu Corazón.