«Que bien sé yo la fonte que mana,
aunque es de noche»
V/. Ejercicio del Santo Viacrucis. Por la señal de la santa
Cruz...
Señor mío Jesucristo…
Introducción
Cada año escribo un
Viacrucis,
que quiere
ser una ayuda para todos los que recorremos
el camino de la cruz. Son tres sencillas razones las que me han movido a escribir este Viacrucis
2020:
1. Ante la situación que
vivimos del coronavirus, las palabras de san Juan de la Cruz, poeta de
esperanza: «Que bien sé yo la fonte que
mana, aunque es de noche», que expresan la situación del corazón humano.
2.
He tomado el esquema del Papa san Juan Pablo II, Viacrucis bíblico, en
recuerdo de aquel viernes santo en que participé en el Viacrucis de Roma. Este
Viacrucis es totalmente basado en la Palabra de Dios.
3. Compartir con todos
vosotros, en este primer Triduo pascual, como Arzobispo de Toledo, vuestras
alegrías y sufrimientos porque el camino es la cruz, pero el destino es Cristo
vivo y resucitado.
Primera estación:
Jesús en el huerto de Getsemaní (Lc 22,
39-46)
V/.
Te adoramos, oh, Cristo, y te bendecimos.
R/.
Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
Orar en la
noche es amanecer. Cuando se apagan las luces, cuando nos quedamos solos ante
el peligro, nos ilumina Jesús en el Huerto de la tentación, Getsemaní. Jesús es
triturado como la aceituna para derramar de su Corazón el óleo de su amor
entregado. Como «Cordero llevado al
matadero». La luna llena contempla la escena, donde Jesús acepta la
voluntad del Padre, que es siempre movido por su Amor a cada uno de nosotros.
V/. Señor, pequé. R/. Ten piedad y misericordia de
mí.
Segunda estación: Jesús, traicionado por Judas y es arrestado
(Mt 26, 47-56)
V/.
Te adoramos, oh, Cristo, y te bendecimos.
R/.
Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
Judas es el
mayor sufrimiento en el Corazón de Jesús. Le había elegido después de aquella
noche en oración en que eligió a los que quiso. Ahora es la noche de la entrega
con un beso de traición. Jesús había observado cómo Judas se alejaba de Él, ya
no acudía a orar, contaba demasiado el dinero, frecuentaba el trato con el
Sanedrín y los poderosos. Es el misterio del
mal. ¿Qué hacer, cuando delante de nosotros, personas que amamos se
hunden en la miseria y el pecado y no podemos hacer nada porque son libres de
hacerlo? Como Jesús, cuyo su Corazón siempre está abierto, solo podemos tener
abierto nuestro corazón.
V/. Señor, pequé. R/. Ten piedad y misericordia de mí.
Tercera estación: Jesús es condenado por el Sanedrín (Mt 26, 57-68)
V/.
Te adoramos, oh, Cristo, y te bendecimos.
R/.
Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
Existen tantos
«sanedrines» que como a Jesús, a nosotros nos condenan a muerte. Es
desconcertante cuando Jesús es el Camino de la Vida verdadera. ¿Les molesta
Jesús? No soportan, por envida, que Jesús llegue con sencillez, donde ellos no
son capaces. A Jesús le hacen dos juicios, uno político y otro religioso. En
este juicio religioso, el Sanedrín trata de desprestigiarle como sea porque le
tienen envidia. Su humildad les deja sin
argumentos. Su silencio, sin palabras. Hoy también son muchos los cristianos
condenados a muerte.
V/. Señor, pequé. R/. Ten piedad y misericordia de mí.
Cuarta estación: Jesús es negado por Pedro (Mt 26,69-75)
V/. Te adoramos,
oh, Cristo, y te bendecimos.
R/. Que por tu
santa cruz redimiste al mundo.
Otro gran sufrimiento reflejado
en el Corazón del Señor. Pedro le traiciona, pero dice la verdad: Yo no conozco
a ese hombre. Es verdad. Si lo hubieras conocido a
fondo, a pesar
de
tu
cobardía,
te hubieses
acercado más a Él y no le habrías seguido de lejos. Es nuestro
gran error; a Jesús nunca se le puede seguir de lejos. Pedro llora y se arrepiente, porque ha visto que en su mirada no había reproche, sino
Misericordia. «Pedro, ¿me amas más que estos?» «Tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero» (Jn 21,17).
V/. Señor, pequé. R/. Ten piedad y misericordia de mí.
Quinta estación:
Jesús es juzgado por Pilato (Lc 23,
1-6)
V/.
Te adoramos, oh, Cristo, y te bendecimos.
R/.
Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
El juicio
político a Jesús se lo hace Pilato. El que
cree que, lavándose las manos, para no asumir sus responsabilidades, quedará
limpio. Su mediocridad, como la nuestra, hace que «no se la juegue» por nada,
ni por nadie. Venido a menos, sabe que sus días están contados y no le interesa
nada. ¿Y qué es la Verdad? En medio de nuestras oscuridades, de nuestras
contiendas, de nuestros pecados y egoísmos, Jesús humilde es la verdad que está
delante de Pilato y de nosotros y no la reconocemos.
V/. Señor, pequé. R/. Ten piedad y misericordia de mí.
Sexta estación:
Jesús es flagelado y coronado de espinas (Jn
19, 1-3)
V/.
Te adoramos, oh, Cristo, y te bendecimos.
R/.
Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
Flagelado y
coronado de espinas. Se presenta ante la humanidad como el «Hijo amado del Padre». También nosotros flagelados y coronados de
espinas por la epidemia, la enfermedad, el dolor, el pecado, la muerte, tenemos
que reconocer el camino que nos hace ver que la Fuente del Corazón del Señor,
sigue manando, aunque sea de noche. No nos podemos parar, hay que seguir hasta
el final, porque la victoria está en Jesús.
V/. Señor, pequé. R/. Ten piedad y misericordia de mí.
Séptima
estación: Jesús carga con la cruz (Jn 19,
1-3)
V/.
Te adoramos, oh, Cristo, y te bendecimos.
R/.
Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
En algunas
representaciones iconográficas, como la pintura de «Jesús con la Cruz» de El
Greco, parece que Jesús no carga la Cruz, sino que la abraza. Como si
contemplase en ella, a toda la humanidad que sufre, que lo pasa mal y que vive
enganchada en pobrezas. No es fácil nunca aceptar la cruz. Pone toda nuestra
vida en crisis. Solo cuando descubramos que Jesús está con nosotros, que camina
a nuestro lado, entonces, como santa Teresa de Jesús, exclamamos: «Con tan buen Amigo todo se puede padecer».
V/. Señor, pequé. R/. Ten piedad y misericordia de
mí.
Octava estación:
El cirineo ayuda a Jesús a llevar la cruz (Lc
23, 26)
V/.
Te adoramos, oh, Cristo, y te bendecimos.
R/.
Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
¿Cuántos
cirineos hemos tenido todos en nuestra vida? Son los que nos han ayudado en
todos los momentos más complicados y difíciles de la vida. Son los cirineos que
encienden luces en nuestros peores momentos. ¿Los recuerdas? Los abuelos, los
padres, amigos, hermanos, sacerdotes, maestros, médicos, religiosos,
catequistas, vecinos. Pero siempre el gran cirineo, el que nunca falla, ha sido
Jesús, a quien hemos acudido siempre, porque Él nos ha encontrado.
V/. Señor, pequé. R/. Ten piedad y misericordia de
mí.
Novena
estación: Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén (Lc 23, 27-31)
V/.
Te adoramos, oh, Cristo, y te bendecimos.
R/.
Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
Las mujeres
son lo mejorcito de la humanidad. Siempre están ahí, en todas las encrucijadas
y sufrimientos de la vida. Estaban con Jesús siempre. Él siempre las defendió y
las comprendió. Las hizo testigos de los acontecimientos más importantes de la
historia de la salvación, muerte y Resurrección. En el camino de la cruz de
Jesús y de todos los caminos de los sufrimientos, ahí están ellas, alentando la
esperanza, creyendo con María «que, para
Dios, nada hay imposible».
V/. Señor, pequé. R/. Ten piedad y misericordia de
mí.
Décima estación: Jesús es clavado en la cruz
(Mc 15, 22-28)
V/.
Te adoramos, oh, Cristo, y te bendecimos.
R/.
Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
La cruz es
patrimonio de la humanidad. El Crucificado que está Resucitado es la esperanza
que resurge en medio de todas nuestras dificultades, problemas, muertes,
enfermedades, guerras y epidemias. Es en la cruz donde Juan ha contemplado su
Costado abierto. Los primeros testigos históricos del acontecimiento que cambia
la vida y la historia, junto a María, son Juan, María Magdalena… y después
vendrán otros: Carlos de Foucauld, Madre Teresa de Calcuta, P. Hoyos. Y todos
han bebido de la fuente de la salvación, aunque es de noche.
V/. Señor, pequé. R/. Ten piedad y misericordia de
mí.
Undécima estación:
Jesús promete su reino al buen ladrón (Lc
23, 39-43)
V/.
Te adoramos, oh, Cristo, y te bendecimos.
R/.
Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
Si el apóstol
Judas se convirtió en ladrón, ahora el buen ladrón se convierte en apóstol, por
dejarse sanar y cautivar por Jesús… «Hoy
estarás conmigo en el Paraíso». Cree en la Misericordia del Señor, se sitúa
como el buen ladrón, en la esperanza cierta de que nuestra vida desde Dios
siempre tiene salvación. ¿Quién iba a pensar que en medio de las dificultades y
el absurdo de un crucificado se iba a encontrar el buen ladrón, con el Amor de
los amores?
V/. Señor, pequé. R/. Ten piedad y misericordia de
mí.
Duodécima estación: Jesús en la cruz, su Madre y el discípulo (Jn 19, 25-27)
V/.
Te adoramos, oh, Cristo, y te bendecimos.
R/.
Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
Jesús muere
mirando a su Iglesia que está presente en María y en san Juan. Y la Iglesia
vive cuando contempla el costado traspasado de Cristo, del que salen como
fuente de salvación agua y sangre. Los contemplativos de toda la historia,
desde, aquel primer viernes santo de la historia han sabido contemplar la
fuente que
mana y corre, sabiendo que con Él… «aunque camine por cañadas oscuras, nada
temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan».
V/. Señor, pequé. R/. Ten piedad y misericordia de mí.
Decimotercera estación: Jesús muere
en
la cruz (Mc 15, 33-37)
V/.
Te adoramos, oh, Cristo, y te bendecimos.
R/.
Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
Ante Cristo
muerto en la cruz, por nuestros pecados y por nuestra salvación, solo podemos
decir «que el Señor no nos ha amado en
broma». Es un amor que se entrega sin condiciones. Su muerte nos ayuda en
las nuestras, para vivir cantando eternamente las Misericordias del Señor. Solo
en el sendero de la vida, cuando descubrimos al Crucificado, con el Costado
abierto de amor, vamos asimilando que todas nuestras muertes y cruces vividas
con Cristo son de resurrección y vida.
V/. Señor, pequé. R/. Ten piedad y misericordia de mí.
Decimocuarta estación: Jesús puesto
en el sepulcro (Mc 15, 42-47)
V/.
Te adoramos, oh, Cristo, y te bendecimos.
R/.
Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
Jesús había dicho que
nuestra vida, como el grano de trigo, que es enterrado, no da fruto si no
muere. Es la lógica del don, de la entrega, porque «nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos». Se
esconde como el Sol cuando muere la tarde, para después amanecer. Y volver una
y otra vez a nuestras vidas cansadas y agotadas de estar buscando toda la
noche, por escuchar en lo profundo del corazón. «No busquéis entre los muertos al que
vive».
V/. Señor, pequé. R/. Ten piedad y misericordia de mí.
Decimoquinta estación: Resucitó de veras mi
amor y mi esperanza
V/.
Te adoramos, oh, Cristo, y te bendecimos.
R/.
Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
La secuencia del Domingo de Pascua es de una belleza que encandila el corazón:
«¿Qué
has visto de
camino, María, en
la mañana? A
mi Señor glorioso,
la tumba
|
abandonada, los ángeles testigos, sudarios y mortajas, resucitó de
veras mi amor y mi esperanza». Jesús está vivo por siempre. No muere jamás. En
todas nuestras noches y oscuridades, en todos los dramas de la historia, en
todos los gemidos. Sabéis que la fuente segura siempre está manando, aunque sea
de noche.
V/. Señor, pequé. R/. Ten piedad y misericordia de
mí.
Oración final
Padre de las
Misericordias, que nos has dado a Jesús, tu Hijo Amado, el Predilecto, que ha
muerto en la Cruz y resucitado por nuestro bien. Te presentamos y ofrecemos a
todas y a cada una de las personas, en nuestra tierra. Ayúdanos en el dolor,
alienta la esperanza, líbranos de todas las guerras. Danos un corazón sencillo
y acogedor. Bendice a toda la familia. No nos dejes caer en la tentación de
cruzarnos de brazos y no hacer nada.
Amén.
Por las intenciones del Papa
y las necesidades de la Iglesia: Padrenuestro,
avemaría, gloria
+Francisco
Cerro Chaves
Arzobispo
de Toledo y Primado de España
Toledo 5 de abril de 2020