CANANEA
Aquella mujer cananea, es decir pagana, sin embargo conoce el Corazón de Cristo, por su fe y su
confianza.
Jesús no hizo milagros prácticamente en las ciudades de
Tiro y Sidón, ciudades en el entorno del lago de Galilea, la Decápolis, que no
aceptaron la fe en Jesús. Duras de corazón para creer.
Aquella mujer cananea
expresa la humanidad hambrienta y sedienta de Dios, sedienta de paz, de salud.
Un corazón de deseo. Un corazón de mujer, de madre, que quizás ante los males
que la aquejan, su hijo tiene un demonio muy malo, no se detiene como el amor
ante el mal y vislumbra que el único que vence el mal, a fuerza de bien, es el
Señor.
Necesitamos, de forma
continuada, volver la mirada al Dios de la vida, al Señor, capaz de curar
nuestros males, nuestros demonios, nuestras historias y cobardías.
Aparentemente, la respuesta
de Jesús parece desconcertante ¿No le interesa? ¿Tan fuerte es la misión que le
hace olvidar al sufriente concreto en el camino de la vida?
Su actitud, su profunda
humildad, le hacen conmover el Corazón del Señor. Le gana como siempre al Señor
la profunda humildad de quien sabe, de quien se ha fiado y está persuadido de
que el Señor será capaz siempre de hacer frente al mal con la entrega de su
vida, con su Corazón compasivo.
Es curioso que arranca del
Señor una de las mayores alabanzas a su fe tan sencilla como intrépida, tan
pobre como valiente. Nada detiene a esta mujer con tal de llegar a Jesús y
presentarle su grito de dolor por su hijo. El milagro cuando hay fe ya está
realizado. Y no es otra cosa que saber poner el corazón en el Dios de lo
imposible.
† Francisco Cerro Chaves
Obispo de Coria-Cáceres