Sabado de la octava de Pascua.
Volvamos con Maria al cenaculo y aunque nos cueste creer como Tomas, adoremos tocando su Corazon y repitiendo una y otra vez, Señor mio y Dios mio. Sembremos los caminos de la tierra, del gozo de la Divina Misericordia y busquemos con Jesus resucitado la oveja pérdida, silbaldo la melodia de su misericordia.
† Francisco Cerro Chaves
Obispo de Coria-Cáceres