MORIR
DE ÉXITO
El éxito no suele entrar en el lenguaje de Dios. ¿Qué es
tener éxito? ¿En qué consiste no tenerlo? La tentación del éxito la tuvo Jesús
cuando se le presentó la posibilidad en las tentaciones del desierto de elegir
este camino de lo que se entiende por tener éxito en la vida. ¿Cómo podemos
plantear la vida con éxito cuando seguimos al Crucificado-Resucitado? Cuando
una persona se plantea su vida desde el éxito, que todo le salga bien, que
todos aplaudan, se da casi siempre lo que dicen de morir de éxito. ¿Cuál es el
verdadero planteamiento cristiano? Primero, es una vida en plenitud donde
cuando uno lo identifica con el éxito surge enseguida la ansiedad: tengo que
dar la talla, no puedo defraudar a los que están continuamente esperando que
siga triunfando en mi trabajo, en mis proyectos. La verdad es que el éxito no
llena nuestro corazón ni nos lleva a una vida plenamente feliz. Trata de que
todos me aplaudan o me sigan, y reconozcan, y acaba volviéndose contra cada uno
de nosotros. Segundo, la clave es la gratuidad. El fruto del éxito es un
ahondar en la significación del sentido pleno. Cuando uno ahonda en la
profundidad de la gratuidad su vida bebe de la verdadera fuente de la alegría y
de la paz. Trabajamos para sembrar con el convencimiento de que el fruto
llegará en su momento, a su tiempo. Nunca coincide la siembra con la cosecha.
El mayor “éxito” es seguir en pié e ilusionado. El éxito cristiano está en la
osadía de sembrar con esperanza. Muchos tienen éxito y no son fecundos. Muchos son
fecundos y aparentemente el éxito es escaso. Entrar en el dinamismo de la
confianza, no en el dinamismo, porque normalmente prevalece lo que piensan de
nosotros y no es la plenitud de una vida verdadera desde Dios y el servicio
gratuito, es beber en la fuente del descanso y de la paz. Nos agota el buscar
triunfar, nos descansa el vivir desde nuestra realidad de pobreza sembrando en
gratuidad. Cuanto más vivamos lo del Salmo: “Nuestro corazón no es ambicioso ni
pretendo grandezas que superan mi capacidad, sino que acallo y modero mis
deseos como un niño en brazos de su madre”. Entrar en el único dinamismo de
tener éxito acaba volviéndose contra nosotros, y muchas veces el precio es una
tristeza de muerte, no la alegría de quien se sabe solo sembrador. Por último,
la profunda humildad de vivir en la realidad de nuestra vida nos ayuda a no
vivir ni con ansiedad ni con tristeza. El servicio solo transmite paz y
alegría. El buscar el éxito el mayor inconveniente que tiene es que ya no
estamos en la órbita evangélica, sino en la búsqueda con ansiedad de una y otra
vez saciar las expectativas de lo que se espera de nosotros. Vivir en el amor
de Dios es otra realidad, la del humilde y sencillo, que su trabajo es la
siembra confiada y hasta donde llegamos.
† Francisco Cerro Chaves
Obispo de Coria-Cáceres