Bajaste
del monte donde habías orado intensamente y seguido con tus ojos a los tuyos
que luchaban “contra viento y marea”, ante la tormenta en el mar. Tu oración “a
solas”, no olvidó a los que luchaban en la vida.
Te
acercaste a ellos “en la noche”, caminando sobre las aguas. Ellos te creyeron
un fantasma. ¡Mira que bajar de esa manera!... Le dijiste a Pedro que viniera a
Ti y, sin miedo, comenzó a caminar sobre las aguas. Pero la duda se apoderó de
su corazón ante el mar embravecido y se hundió.
Tú,
Señor, me mandas ir a Ti como me encuentre: con mis cansancios y con el mar
revuelto de mi nada. La clave es no dudar, sino apoyarse en tu poder y
encaminarse hacia Ti, con la confianza de que todo saldrá bien.