Hay
demasiado “mundo” en nuestro corazón. Al orar es necesario ir, poco a poco,
apagando aquello que nos impide vivir en esa “soledad sonora”, en ese deseo de
silencio y soledad, pues éste es el camino seguro hacia la intimidad con el
Señor.
Elías,
en el desierto, no encuentra a Dios ni en el terremoto, ni en el huracán, ni en
el bullicio, sino en la brisa suave, en el silencio, donde se sabe y escucha el
caminar de unos pies descalzos.
Tú siempre
llegas así. Te aceras a todos los hombres y les declaras tu amor apasionado y
si los hombres hacen silencio, entonces tu Palabra se hace elocuencia y grito,
que siempre lleva irremediablemente a la entrega de la vida al servicio del
amor.