viernes, 14 de marzo de 2014

El joven rico



(Orar con Lc. 18, 18)
Acercarse a Jesús es demasiado peligroso. Su encuentro siempre es un “flechazo” que te cambia el corazón.
Aquel joven era muy religioso; se puso de rodillas. Es curioso que Jesús le pida que cumpla los mandamientos y subraye su relación con el prójimo.
Cuando Jesús le pide que le siga, que lo venda todo, que no mire para atrás, se va triste, se aleja su alegría, Y es que la tristeza es la patria de los que no siguen a Jesús.
¿Qué podemos hacer nosotros?
Cuando nos dejamos mirar por el Señor, estrenamos cada día la alegría y el gozo de su Corazón. Seguirle no es una apuesta “voluntarista”. Es, sencillamente, seguirle desde nuestra pobreza, desde muestras miserias, desde nuestras carencias.
Comenzar el seguimiento de Jesús es más confiar en que “todo lo puedo en aquel que me conforta” y entonces descubrimos la alegría de seguirle.