(Orar con Lc. 18, 18)
Acercarse
a Jesús es demasiado peligroso. Su encuentro siempre es un “flechazo” que te
cambia el corazón.
Aquel
joven era muy religioso; se puso de rodillas. Es curioso que Jesús le pida que
cumpla los mandamientos y subraye su relación con el prójimo.
Cuando
Jesús le pide que le siga, que lo venda todo, que no mire para atrás, se va
triste, se aleja su alegría, Y es que la tristeza es la patria de los que no
siguen a Jesús.
¿Qué
podemos hacer nosotros?
Cuando
nos dejamos mirar por el Señor, estrenamos cada día la alegría y el gozo de su
Corazón. Seguirle no es una apuesta “voluntarista”.
Es, sencillamente, seguirle desde nuestra pobreza, desde muestras miserias,
desde nuestras carencias.
Comenzar
el seguimiento de Jesús es más confiar en que “todo lo puedo en aquel que me conforta” y entonces descubrimos la
alegría de seguirle.