Volvía a casa destrozado y
cansado.
No había parado en todo el
día.
De pronto me acerqué al
Sagrario
-para mí la Eucaristía es
todo-
y descubrí que seguías allí,
como los viejos amigos,
dándolo todo sin esperar
nada.
Aquello cambió mi manera
de ver las cosas.
Siempre es posible descubrir
que Tú sigues cerca,
muy cerca,
aunque el cansancio apriete.
Amén.