(Orar con Lc. 7, 50)
Me
habían dicho que estaba Jesús en casa del fariseo Simón y entré a toda
velocidad para encontrarme con Él. Dejé a un lado mis dudas y confié. Su amor
tiene que ser más grande que mis pecados.
Entonces
me puse a llorar. Al ver su bondad se conmovió mi corazón. Era realmente Bueno.
Ilimitadamente Bueno. Con mis cabellos enjugaba sus pies y secaba sus lágrimas.
¿Porqué
a veces desconfiamos, Señor? ¿Acaso no es más fuerte tu amor que todo lo demás?
Ahora sé que siempre me puedo fiar de Ti, porque Tú nunca defraudas.