(Orar con Mt. 4, 1-11)
Fuiste
llevado, Señor, por el Espíritu al desierto par ser tentado, pero no pudo el
enemigo contigo. Tú eres siempre el vencedor, porque eres humilde y la humildad
siempre vence.
Cuántas
veces en la tentación me siento indefenso, porque yo tengo deseos de riqueza,
amo la vanidad y me gusta el camino fácil. Pero Tú me vas enseñando que el camino
de la verdadera vida lleva tu nombre.
Algunas
veces, en cuanto me encuentro mal y parece que a tentación gana terreno, me
acuerdo de Ti y sé que en Ti está la fuerza para vencer, aún sabiendo de mi
debilidad y pobreza.