(Orar con Jn. 17, 4)
Al
subir a la montaña, creí no podía más. La oración árida y el corazón seco, no
me dejaban desahogar mi corazón contigo.
De
pronto, eras Tú, sí, con tu estilo familiar. Te acercaste a mi “transfigurado”
y hablaste conmigo “cara a cara” como un hombre con su amigo. No me lo podía
creer. ¡Se estaba tan bien contigo…! Pero me dijiste que amara la vida al salir
de la oración y comprendí que tu Amor lo abarca todo.
Bajé
de la montaña con el gozo del “Tabor” y me entregué en medio de la vida, en las
entrañas del mundo, sembrando y confiando en tu cercanía.