Cuando te escuché en la noche tocar la
guitarra, me estremecí por dentro. A través de aquellas cuerdas que ahora tenían
vida, fui recordando mi vida.
Cuando te conocí, todo cambió, Señor. Mi
vida pasada no me importa si no es para llorar mis pecados. Pero desde que Tú
entraste en mi vida, has llenado mi corazón de alegría. Ha sido, para mi, una
guitarra en la noche.
Tu ritmo alegre me ha hecho revivir el
gozo de haberte conocido y esta noche, mirando las estrellas, veo que Tú has
acompañado mi vida, con más alegría que si hubiese tenido de fondo esa
guitarra.