(Orar con Jn. 21, 17)
¡Qué
ocurrencia la tuya!. Te había negado en la “noche oscura” de la fe y ahora me
pides que te diga si te amo.
Me
sentí turbado.
Sin
embargo, aquella tarde junto al mar, comprendí que tu Amor cura y sana todas mis
infidelidades. Descubrí que tengo que mirarte más a Ti. Que es preciso “el
olvido de sí”.
De
pronto parecía que el mar se llenaba de la luz de tu rostro, pues había
comprendido lo que era el Amor… Basta un gesto, un sí para hacer entrar a
borbotones tu amor en nuestras vidas y en nuestro corazón.
Sí,
te amo, Señor. Sencillamente. Sin “hacer alardes” de nada.
Te
amo porque Tú me amaste primero y dejaste impreso en mi corazón tu paso por mi
pobre vida.