III
DOMINGO DE CUARESMA.
CONVERTIRSE
ES VIVIR
Caminando hacia la Pascua se nos vuelve a
insistir en la necesidad de convertirse para no perecer.
La conversión en la Sagrada Escritura tiene
como dos pulmones por donde respirar y hacer que el Corazón se transforme en
sintonía con el Corazón de Cristo.
El
primer pulmón por el que respirar la esperanza de la conversión es de san Juan.
Convertirse está en la contemplación, en los ojos asombrados de tanto amor. Es
como narra el prólogo de Juan, convertirse es como estaba el Verbo en el seno
del Padre embebido contemplado el rostro de la Misericordia entrañable.
El otro pulmón de la conversión está en San
Pablo, convertirse es arrancar el corazón de piedra para tener un corazón con
los sentimientos del Corazón de Cristo
La conversión en clave paulina enlaza con los
profetas y las promesas del Antiguo Testamento, arrancare de cuajo el corazón
de piedra y te daré un corazón de carne, capaz de asombrarse y estremecerse. La
nueva alianza no estará escrita en la piedra, sino en el Corazón del Señor,
cien por cien divino y cien por cien humano; por ello se le revolvían las
entrañas cuando veía a las ovejas que abandonadas vagaban sin sentido por
peligros y oscuridades.
Siempre la conversión a la santidad será
nuestra asignatura pendiente. La advertencia de Jesús sigue siendo válida, sino
os convertís pereceréis de la misma manera.
+ Francisco Cerro Chaves
Obispo de Coria-Cáceres