viernes, 30 de marzo de 2018

HOMILIA I DOMINGO PASCUA 1-04-2018

Domingo de Pascua
de la Resurrección del Señor


SEPULCRO VACIO

Es necesario que en el encuentro con Cristo Resucitado nos hagamos presentes allí donde nos cita el Señor. Allí donde podamos encontrarnos con Él.  No corriendo a un sepulcro que sigue vacío sino al que nos ha repetido una y otra vez: “No busquéis entre los muertos al que vive”, mi cita es con el Dios de la Vida. Por eso este Domingo de Pascua la Iglesia nos invita a cantar y decir: “resucitó de veras mi amor y mi esperanza”.
Dónde nos cita el Señor Resucitado?
1.    NOS DICE: ID A GALILEA.  Es decir: Id a la vida donde está, donde está la gente, donde se trabaja, se sufre y se ama, donde están mis hermanos. Dios de vivos no de muertos. Jesús Resucitado nos cita en la Galilea de la vida. Allí donde la gente trabaja y se encuentra con la soledad y el sufrimiento. Allí donde la única esperanza del corazón humano y de los pueblos es Jesús Resucitado. Nos cita en la Galilea de la vida donde transcurre nuestra existencia.


2.    NOS CONVOCA AL CENÁCULO. Allí donde tuvo los últimos momentos de su vida terrena. Donde instituyó la Eucaristía, el sacerdocio, el amor fraterno, el lavatorio de los pies. Él vive en la Eucaristía, en la intimidad del Cenáculo, en la comunión con la Iglesia, en el gozo de la sucesión apostólica con María que “persevera en la oración con algunas mujeres”. La cita con el Resucitado pasa siempre por el Cenáculo, por la vida eucarística, “le reconocieron al partir el pan”, por el perdón de los pecados: “A quienes perdonéis los pecados les quedan perdonados y a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”. Es el gran tesoro de Cristo Resucitado, Eucaristía y perdón de los pecados  que ha depositado en la Iglesia a través del ministerio sacerdotal. En el Cenáculo se aprende a tener un corazón que vive humildemente de rodillas ante la humanidad y   “a perseverar con María en la oración”. Sin Cenáculo no hay vida resucitada, no hay encuentro con el Dios de la Vida y del Amor. Cristo Resucitado te convoca a ti, a mi y a toda la humanidad, como a Santo Tomás, a tocarle el corazón aunque lleguemos heridos. Él nos abrirá su Costado para, como Tomás, derretidos de amor, decir una y otra vez ante el Resucitado: “Señor mío y Dios mío”.


3.    SE HACE PRESENTE EN LOS CAMINOS DE LOS DECEPCIONADOS DE LA VIDA.  Los de Emaus pasan de la desesperación de “nosotros esperábamos”. Precisamente la Cruz había sido su mayor declaración de Amor a nosotros y, sin embargo, la noche cae sobre aquellos caminantes de Emaús. El Señor les dice   era necesario” que todo lo que ocurra en nuestra vida, vivida desde Dios es para nuestro bien, es para bien de los que aman a Dios. Por eso, para que la cita con el Resucitado se haga realidad en    los

        caminos de la vida, en todos los decepcionados  de Cristo es necesario que el Espíritu Santo, como con los de Emaús, haga crecer las escamas de nuestra “incredulidad”  y reconocerle al partir el pan. Jesús Resucitado hace que pasemos del “nosotros esperábamos”, de los desilusionados y decepcionados al “era necesario” de los reconciliados con una nueva vida resucitada.


+Francisco Cerro Chaves
Obispo de Coria-Cáceres