Domingo de Pascua
de la Resurrección del Señor
SEPULCRO VACIO
Es
necesario que en el encuentro con Cristo Resucitado nos hagamos presentes allí
donde nos cita el Señor. Allí donde podamos encontrarnos con Él. No corriendo a un sepulcro que sigue vacío
sino al que nos ha repetido una y otra vez: “No
busquéis entre los muertos al que vive”, mi cita es con el Dios de la Vida.
Por eso este Domingo de Pascua la Iglesia nos invita a cantar y decir: “resucitó de veras mi amor y mi esperanza”.
Dónde
nos cita el Señor Resucitado?
1. NOS
DICE: ID A GALILEA. Es decir: Id a la vida donde está, donde está
la gente, donde se trabaja, se sufre y se ama, donde están mis hermanos. Dios
de vivos no de muertos. Jesús Resucitado nos cita en la Galilea de la vida.
Allí donde la gente trabaja y se encuentra con la soledad y el sufrimiento.
Allí donde la única esperanza del corazón humano y de los pueblos es Jesús
Resucitado. Nos cita en la Galilea de la vida donde transcurre nuestra
existencia.
2. NOS
CONVOCA AL CENÁCULO.
Allí donde tuvo los últimos momentos de su vida terrena. Donde instituyó la
Eucaristía, el sacerdocio, el amor fraterno, el lavatorio de los pies. Él vive
en la Eucaristía, en la intimidad del Cenáculo, en la comunión con la Iglesia,
en el gozo de la sucesión apostólica con María que “persevera en la oración con algunas mujeres”. La cita con el
Resucitado pasa siempre por el Cenáculo, por la vida eucarística, “le reconocieron al partir el pan”, por
el perdón de los pecados: “A quienes
perdonéis los pecados les quedan perdonados y a quienes se los retengáis, les
quedan retenidos”. Es el gran tesoro de Cristo Resucitado, Eucaristía y
perdón de los pecados que ha depositado
en la Iglesia a través del ministerio sacerdotal. En el Cenáculo se aprende a
tener un corazón que vive humildemente de rodillas ante la humanidad y “a
perseverar con María en la oración”. Sin Cenáculo no hay vida resucitada,
no hay encuentro con el Dios de la Vida y del Amor. Cristo Resucitado te
convoca a ti, a mi y a toda la humanidad, como a Santo Tomás, a tocarle el
corazón aunque lleguemos heridos. Él nos abrirá su Costado para, como Tomás,
derretidos de amor, decir una y otra vez ante el Resucitado: “Señor mío y Dios mío”.
3.
SE HACE PRESENTE EN LOS CAMINOS DE LOS
DECEPCIONADOS DE LA VIDA. Los de Emaus pasan de la desesperación de “nosotros esperábamos”. Precisamente la Cruz había sido su mayor declaración
de Amor a nosotros y, sin embargo, la noche cae sobre aquellos caminantes de
Emaús. El Señor les dice “era necesario” que todo lo que ocurra en
nuestra vida, vivida desde Dios es para nuestro bien, es para bien de los que
aman a Dios. Por eso, para que la cita con el Resucitado se haga realidad
en los
caminos de la vida, en todos los
decepcionados de Cristo es necesario que
el Espíritu Santo, como con los de Emaús, haga crecer las escamas de nuestra
“incredulidad” y reconocerle al partir
el pan. Jesús Resucitado hace que pasemos del “nosotros esperábamos”, de los
desilusionados y decepcionados al “era necesario” de los reconciliados con una
nueva vida resucitada.
+Francisco Cerro Chaves
Obispo de Coria-Cáceres