MEDITACIÓN DEL EVANGELIO SAN JOSÉ, ESPOSO DE LA VIRGEN MARÍA
EVANGELIO
PURO
19 DE MARZO
Mt. 1, 16,
18-21, 24 a Lc. 2, 41-51ª
San José, es Evangelio puro,
el hombre justo que vivió para entregar y amar desde la profunda humildad de
ser “la sombra del Padre”.
Tres claves hacen de San
José, después de la Virgen, el más santo y el más preferido por Dios, pues el
Señor lo puso para que cuidase de María y del Niño. Cumplió, con fidelidad y
amor a la perfección, el proyecto que el Señor le había encomendado. Se fió de
Dios y no le importó desaparecer y vivir en la humildad de las almas gigantes y
grandes con profunda humildad.
1. No
tener más proyecto que el de Dios y unirse a la fe de su mujer, madre de los
creyentes. Quiso ocupar el puesto del amor humilde, de cuidar sin ser notado
demasiado, de acompañar hasta el final y vivir en el gozo de quien vive
cumpliendo la voluntad de Dios. Sus silencios, sus alegrías, el último puesto,
el que siempre eligen los que quieren amar hasta el extremo y no salir en la
foto. Su vida estuvo tejida de silencios y abrazos, de ternura hacia Jesús, que
no quiso renunciar a ser acunado y querido por un “padre” y una madre en la
noche oscura de la vida.
2. Amar
sin poseer, sin que nada te pertenezca. Casi sin preguntar nada. Sencillamente
amando, como “a lo tonto”. Sin darse uno cuenta que cuando se ama de verdad se
produce el “olvido de sí”, tan clave para la vida cristiana. Sólo aman de
verdad aquellos que, en su vida, han
vivido de verdad amando con un amor tejido más de silencios que de palabras,
más de obras que de teorías, más de sencillez que de gestos de películas. A San
José le toca el papel difícil de un amor oblativo, de un amor sin derecho de
propiedad. Sólo amar estando cercano.
3. Saberse
retirar a tiempo. Su amor le hizo saberse querido cuando tenía que estar y
cuando ya no se le necesitaba. No se rebeló. De hecho no aparece en la vida
pública de Jesús. Probablemente, murió en los brazos de Jesús y de María. Se
alejó de puntillas, como las almas grandes que son capaces de saber estar y
morir en cada circunstancia de la vida. No tuvo tiempo para darse vueltas a sí
mismo y quedarse en la cuneta de los frustrados. Sencillamente cuando le llegó el momento de
retirarse lo hizo con el amor y la dignidad de los discípulos de Jesús.
+Francisco
Cerro Chaves
Obispo
de Coria-Cáceres