MEDITACIÓN DEL EVANGELIO
DOMINGO II DE CUARESMA
Mc. 9, 10
CONTIGO
AQUÍ
La versión de la
Transfiguración que hace Marcos es de una sencillez y de una profundización
encantadora. Jesús sube al Monte de la Transfiguración con los tres íntimos. Es
una catequesis bautismal que se les explicaba a los catecúmenos antes de
recibir el Bautismo, en la noche de Pascua, para decirles que subir al monte,
que está en el camino de Jerusalén, Monte de la Transfiguración, exige bajar al
valle de la desfiguración, a la cruz para resucitar.
Es la única escena de todo
el Evangelio donde se presenta la Humanidad de Jesús con el adelanto de la
Glorificación. Es el Dios hecho Hombre antes de la muerte y resurrección, que
nos habla de que tenemos que llegar hasta el final de nuestra entrega.
El CONTIGO AQUÍ que le hace decir a Pedro lo bien que se está siempre
con el Señor, es tanto para Oriente como para Occidente, la explicación de lo
que es la vida consagrada, la vida dedicada sólo al Señor que te hace exclamar:
¡Qué bien se está, Señor, contigo aquí!.
Cuando no se descubre esta
vida con Dios es muy difícil dedicarse totalmente al Señor en el monte de la
contemplación y en el valle de la desfiguración. Sólo dedicando la vida a
Cristo nuestra vida se transforma. Pero, sólo cuando nos lleva a contar su
Misericordia camino de Jerusalén es cuando percibimos la profunda llamada del
Señor a pertenecerle siempre, aquí y en la eternidad.
Es, en la intimidad del
Señor del Monte, donde se nos descubren los grandes secretos de su Corazón.
Seremos transfigurados para vivir con los sentimientos del Corazón de Cristo,
que nos lanza a bajar y caminar cercano a nuestros hermanos en el camino de la
vida tejida de dolor y de resurrección.
Jesús les revela, les
adentra en la vida de oración. Tiene que padecer para entrar en la
resurrección. Ellos no se enteran, pero se van poco a poco enterando. Se ve
que, envueltos en un misterio por la intimidad en el monte, “lo entenderán más
tarde”. Nadie sabe del profundo Amor de Cristo que nos lanza a vivir en la alegría de experimentarse
hijos amados, escogidos, predilectos del Señor
y, a la vez, llamados a seguirle hasta la muerte y resurrección.
† Francisco Cerro Chaves
Obispo de Coria-Cáceres