CIZAÑA
Jesús vuelve al tema de sembrar, de acoger la semilla que Él siembra para que fructifique en caridad y entrega.
Ahora, introduce un elemento
nuevo, la cizaña y el que la siembra, el enemigo, el diablo, el que divide la
obra de Dios y siempre encizaña las relaciones humanas.
Todo el texto es una llamada
a la paciencia. Decía San Francisco de Asís que Dios, porque es muy bueno,
tiene mucha paciencia con nosotros y sabe esperar el momento de Dios. Decía el
santo de Asís que lo que más le impresionaba del Amor de Dios es que se hace
paciencia.
Decía el Hermano Rafael que
toda nuestra ciencia consiste en “saber esperar”. Lo más grande del Amor de
Dios es que sabe esperar, que tiene paciencia, que no se pone nervioso ante el
mal, sino que siempre espera en el hombre, el que vuelva el hijo pródigo que se
fue. Sabe que son muchos los que, cansados y engañados de la vida, vuelven ante
un Dios paciente y Misericordioso.
También el texto subraya que
ante el enemigo sembrador de cizaña, la Misericordia del Señor es su respuesta.
Dios sabe que la cizaña nunca se convierte en trigo, pero sabe que crecen
juntos en nuestro corazón, en la Iglesia, en el mundo. Es verdad , como dice
San Pablo, que donde abundó el pecado sobreabundó la gracia. También es verdad
que la paciencia y la misericordia se necesitan para actuar ante el mal.
Siempre con paciencia, con verdad, con bondad, con misericordia. Hay que vencer
el mal a fuerza de bien.
La cizaña siempre es
estéril. No da nunca fruto alguno. Se
mezcla pero no se confunde con el trigo, siempre es distinta. Pero, no es bueno
llegar demasiado pronto a arrancarla porque podría no dejar crecer también el
trigo y arrancar junto con lo malo mucho de lo bueno. Es necesario el
discernimiento prudente, la actitud humilde del que sabe que el Amor de Dios
siempre triunfa donde existe misericordia y paciencia.
† Francisco Cerro Chaves
Obispo de Coria-Cáceres