Moisés, ante el pueblo sediento, en el desierto, golpea el pedernal de una roca y brota agua para apagar la sed de los que le seguían. Esa roca se convierte en un surtidor. Es como una anticipación de lo que estamos viviendo y que tiene su culminación en Cristo Crucificado, donde también nosotros, sedientos de amor de verdad, de salvación, encontramos en Cristo de Corazón Abierto el surtidor de Agua Viva que salta para la vida eterna.
La promesa de Jesús de que será una fuente de Agua Viva, que vendrán a su Corazón a beber el agua viva de la salvación, que ya promete a la Samaritana y que lo gritará en la fiesta de los Tabernáculos (Jn 7): “Si alguien tiene sed que venga a mí y beba y de sus entrañas brotarán torrentes de Agua Viva”. Podemos decirle a Jesús con la Samaritana: Danos a Beber de esa Agua Viva pero nos tienes que explicar que Tú que vas a ser fuente de salvación, para cumplir lo del profeta: “Sacaréis agua con gozo de la fuente de la salvación”. ¿Dónde está la fuente? Y la respuesta es, crucificado en la Cruz donde Juan al contemplar a Cristo de Corazón Traspasado, con una mirada de fe, descubre el cumplimiento de todas las promesas, aquí está la fuente de la salvación y sacaréis aguas con gozo para beber a tragos del Agua de la Vida, del Corazón Redentor.
Jesús que le había dicho a la Samaritana: “Tengo sed”, ahora se convierte no sólo en sediento, sino en la fuente que apaga la sed. Este es siempre el estilo de Jesús, que sintetiza en su persona dos realidades que sólo Él puede conciliar: ser el sediento y, a la vez, la fuente; ser el herido y el samaritano; ser el pobre Lázaro, mendigo y ser el Amor que nos enriquece siempre.
En este texto tan conocido de la Samaritana está expresado de un modo profundo lo que es la vida cristiana. Todo el que bebe del agua (se refiere a las cosas humanas) volverá a tener sed, pero el que beba del Agua Viva que yo le daré no tendrá sed jamás porque conecta con las entrañas de la Fuente de Agua Viva que es su Corazón. Por tanto, es su Amor que no se agota porque hunde sus raíces en lo profundo del Amor del Corazón de Dios, lo que hace que nuestra vida no se agote y se una a Cristo como Fuente de Vida y Amor.
Es tan sencillo como decir que existen dos tipos de corazones cristianos, los que son depósitos con vocación de agotarse y los que son fuentes con vocación de estar conectados siempre con el Agua Viva del Amor de Dios que nunca se agota. Los que son corazones cristianos depósitos acaban agotándose, son como las pilas que aunque sean de larga duración, tarde o temprano, se agotan. La propuesta de Jesús es conectarse con la Fuente de su Corazón y entonces nunca dejar de manar, ni que se agote el Amor Verdadero. La imagen del corazón cristiano fuente, como el de Jesús, debería ser como esas fuentes de ciudad que siempre están llenas de agua y siempre están rebosando. No se agota la fuente porque conecta con el Manantial que nunca jamás dejará de manar.
† Francisco Cerro Chaves
Obispo de Coria-Cáceres