lunes, 20 de junio de 2016

UN SACERDOTE DEBE SER


UN SACERDOTE DEBE SER ORDENACIONES SACERDOTALES



Me impresionó este manuscrito medieval cuando lo leí y medité en el seminario. Siempre agradezco la formación que recibí, la teología, la espiritualidad encaminada a formar pastores según el Corazón de Cristo. Los formadores, tanto del seminario de Cáceres como en Toledo, saben mucho de crecer por dentro para servir por fuera. ¡Los años de seminario, tan necesarios para formar pastores llenos de la pasión por evangelizar! Este manuscrito es de una belleza inmensa y de unas claves de cómo debe ser nuestra vida sacerdotal:
UN SACERDOTE DEBE SER...
Muy grande y, a la vez,
muy pequeño, de espíritu noble,
como si llevara sangre real,
y sencillo como un labriego,
héroe, por haber triunfado de sí mismo,
y hombre que llegó a luchar contra Dios,
fuente inagotable de santidad
y pecador a quien Dios perdonó,
señor de sus propios deseos
y servidor de los débiles y vacilantes,
uno que jamás se doblegó ante los poderosos
y se inclina, no obstante, ante los más pequeños,
dócil discípulo de su maestro
y caudillo de valerosos combatientes,
pordiosero de manos suplicantes
y mensajero que distribuye oro a manos llenas,
animoso soldado en el campo de batalla
y madre tierna a la cabecera del enfermo,
anciano por la prudencia de sus consejos
y niño por su confianza en los demás,
 alguien que aspira siempre a lo más alto
y amante de lo más humilde...
Hecho para la alegría, acostumbrado al sufrimiento,
ajeno a la envidia, transparente en sus pensamientos,
sincero en sus palabras, amigo de la paz,
enemigo de la pereza, seguro de sí mismo.
 “Completamente distinto de mí”, comenta humildemente el amanuense.
(Manuscrito medieval encontrado en Salzburgo)

 Las próximas ordenaciones sacerdotales en la concatedral de Cáceres, el 26 de junio, nos llenan el corazón de alegría y esperanza y nos invitan a rezar por la santidad de nuestros sacerdotes. A pedir para que el Señor nos conceda abundantes vocaciones para el servicio del pueblo de Dios. Hombres que miren a Cristo Pastor y de Él aprendan a servir desde la sencillez, la humildad, desde el testimonio de una vida pobre y al servicio de la evangelización. Que vivan enamorados de la Eucaristía. Que estén siempre disponibles para el perdón de los pecados, para la reconciliación, para dejarse interpelar por la Palabra de Dios y a la vez lanzados a un servicio que cada vez tiene que tener la clave misionera para vivir en esa disponibilidad que se hace entrega como la Eucaristía: “pan partido y sangre derramada”. Sacerdotes modelados por la Eucaristía y al servicio de los sufrientes.
Este Año de la Misericordia, convocado por el papa Francisco, debe dar fruto del Amor Misericordioso de Dios. Nuestra diócesis quiere vivir en el agradecimiento en el Sínodo Diocesano que nos lanza a una participación más plena de corresponsabilidad.
También, con motivo de estas ordenaciones, encomendamos a los Esclavos de María y de los Pobres para que progresen en fidelidad al carisma recibido del padre Leocadio y que hace fecunda la vida cuando, con María nuestra Madre, seamos capaces de servir al Señor de la vida y a los más pobres de los pobres.
Las comunidades parroquiales, donde van a realizar su ministerio de pastor, esperan con gozo y alegría el que el Señor les conceda poder recibir un pastor cuya vida tenga “sabor a Dios” y sencillez y humildad en el servicio a los hermanos, como dice el manuscrito.
Bendigo y agradezco de corazón a todos los que trabajan por las vocaciones, los que ayudan en su formación en el seminario y a todos los que rezan por las vocaciones a la vida sacerdotal.

† Francisco Cerro Chaves
Obispo de Coria-Cáceres