UN
SACERDOTE DEBE SER ORDENACIONES SACERDOTALES
Me impresionó este
manuscrito medieval cuando lo leí y medité en el seminario. Siempre agradezco
la formación que recibí, la teología, la espiritualidad encaminada a formar
pastores según el Corazón de Cristo. Los formadores, tanto del seminario de
Cáceres como en Toledo, saben mucho de crecer por dentro para servir por fuera.
¡Los años de seminario, tan necesarios para formar pastores llenos de la pasión
por evangelizar! Este manuscrito es de una belleza inmensa y de unas claves de
cómo debe ser nuestra vida sacerdotal:
UN
SACERDOTE DEBE SER...
Muy grande y, a la vez,
muy pequeño, de espíritu
noble,
como si llevara sangre real,
y sencillo como un labriego,
héroe, por haber triunfado
de sí mismo,
y hombre que llegó a luchar
contra Dios,
fuente inagotable de
santidad
y pecador a quien Dios
perdonó,
señor de sus propios deseos
y servidor de los débiles y
vacilantes,
uno que jamás se doblegó
ante los poderosos
y se inclina, no obstante,
ante los más pequeños,
dócil discípulo de su
maestro
y caudillo de valerosos
combatientes,
pordiosero de manos
suplicantes
y mensajero que distribuye
oro a manos llenas,
animoso soldado en el campo
de batalla
y madre tierna a la cabecera
del enfermo,
anciano por la prudencia de
sus consejos
y niño por su confianza en
los demás,
alguien que aspira siempre a lo más alto
y amante de lo más
humilde...
Hecho para la alegría,
acostumbrado al sufrimiento,
ajeno a la envidia,
transparente en sus pensamientos,
sincero en sus palabras,
amigo de la paz,
enemigo de la pereza, seguro
de sí mismo.
“Completamente distinto de mí”, comenta
humildemente el amanuense.
(Manuscrito
medieval encontrado en Salzburgo)
Las próximas ordenaciones sacerdotales en la
concatedral de Cáceres, el 26 de junio, nos llenan el corazón de alegría y
esperanza y nos invitan a rezar por la santidad de nuestros sacerdotes. A pedir
para que el Señor nos conceda abundantes vocaciones para el servicio del pueblo
de Dios. Hombres que miren a Cristo Pastor y de Él aprendan a servir desde la
sencillez, la humildad, desde el testimonio de una vida pobre y al servicio de
la evangelización. Que vivan enamorados de la Eucaristía. Que estén siempre
disponibles para el perdón de los pecados, para la reconciliación, para dejarse
interpelar por la Palabra de Dios y a la vez lanzados a un servicio que cada
vez tiene que tener la clave misionera para vivir en esa disponibilidad que se
hace entrega como la Eucaristía: “pan partido y sangre derramada”. Sacerdotes
modelados por la Eucaristía y al servicio de los sufrientes.
Este Año de la Misericordia,
convocado por el papa Francisco, debe dar fruto del Amor Misericordioso de
Dios. Nuestra diócesis quiere vivir en el agradecimiento en el Sínodo Diocesano
que nos lanza a una participación más plena de corresponsabilidad.
También, con motivo de estas
ordenaciones, encomendamos a los Esclavos de María y de los Pobres para que
progresen en fidelidad al carisma recibido del padre Leocadio y que hace
fecunda la vida cuando, con María nuestra Madre, seamos capaces de servir al
Señor de la vida y a los más pobres de los pobres.
Las comunidades
parroquiales, donde van a realizar su ministerio de pastor, esperan con gozo y
alegría el que el Señor les conceda poder recibir un pastor cuya vida tenga “sabor
a Dios” y sencillez y humildad en el servicio a los hermanos, como dice el
manuscrito.
Bendigo y agradezco de
corazón a todos los que trabajan por las vocaciones, los que ayudan en su
formación en el seminario y a todos los que rezan por las vocaciones a la vida
sacerdotal.
† Francisco Cerro Chaves
Obispo de Coria-Cáceres