sábado, 27 de diciembre de 2014

LAS FRONTERAS Y LOS MUROS NO LE IMPIDIERON NACER (cuento de Navidad)

LAS FRONTERAS Y LOS MUROS NO LE IMPIDIERON NACER



Aquel hombre, llamado José, y aquella mujer, llamada María, caminaban hacia Belén, casa del pan. El frío era intenso y caían los primeros copos de nieve. Los pies cansados y el corazón en fiesta.Ellos se pusieron en camino. Tenían que caminar juntos para llegar unidos y a tiempo. Llegaron a una frontera que estaba ideada para no dejar pasar a nadie. Tenían como objetivo que no pasase nadie y devolverlos a sus países de origen. Ellos se encontraron con aquella dificultad. La frontera había construido un muro que impedía el acceso a cualquier lugar donde los sueños nos llevan. Hablaron y preguntaron que si tenían papeles. Ellos no entendieron nada. Confiaban en medio de no pocas dificultades, sabían que el Señor siempre saca adelante a los anawin, a los pobres de Yahve.
María se sentó. Abrazaba su vientre la vida que se dejaba sentir. Ya estaba muy cerca el Esperado de los tiempos. María sueña caminos. No se esperaba encontrar ni con fronteras ni con muros. Menos aún el trato que le daban a tantos hombres y mujeres que buscaban trabajo, justicia y paz en un mundo complicado.
Quizás al ver a aquellos jóvenes esposos tan agotados y el embarazo tan avanzado les dejaron pasar. Ellos contemplaban como otros trataban de saltar una valla tan fría e inmensa como injusta. María pensó que su Hijo venía para anunciar “la salvación a los pobres, la liberación a los oprimidos, el consuelo a los afligidos”. Mientras atravesaban la frontera y miraban la valla que, como muro, dividía a los pueblos, a la gente, a los hermanos, María lloraba en silencio y José la miraba de reojo sin comprender por qué el camino que lleva a Belén tiene que ser recorrido atravesando fronteras y muros. Debemos transformar el mundo según el Corazón de Dios. No detenerse ante las dificultades es llegar siempre a Belén y celebrar la alegría del Dios con nosotros que nace en la Navidad.
Sin el Amor de Jesús que nace por nosotros seguiremos construyendo fronteras que separen, muros que aíslan y dejan a los más pobres de los pobres encarcelados en su propia soledad.
Ya se divisa Belén. Es un barrio que está pegando a Jerusalén. José conoce bien la ciudad del rey David. Allí estaban las raíces familiares de este hombre justo que se llama José. María no puede más.
Cuanto más fatiga más reza en su pobreza y debilidad. Una y otra vez le repite: esposo mío, ¿está cerca ya Belén? José le responde con un Salmo: “Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén”. Belén nos abraza antes de subir a Jerusalén.
Después de nacer Jesús entrará por primera vez el Señor en brazos de María. Está anocheciendo en los arrabales, la periferia de Jerusalén. Belén no tiene lugar ni posada para los jóvenes esposos. Le indican que existe una cuadra, un lugar para que los animales pasen la noche resguardados del frío. Ahora se encuentran con el muro de la incomprensión.Allí en la noche tendrán los dos que atravesar sus límites y abrirse como “obedientes a la fe” en la alegría del Dios con nosotros. Ser pobre es siempre luchar contracorriente.
El llanto de un niño le ha despertado del sueño a José que contempla asombrado a María más hermosa que nunca y en sus brazos al Niño Jesús.
La familia de un pueblo de Nazaret ha vivido asombrada como el Amor de Dios se ha venido a vivir nuestra vida para que nosotros vivamos la vida de Dios. Ni fronteras ni muros serán cauces que impidan que Dios ponga su tienda entre nosotros. Su nacimiento nos indica la verdadera Paz. No es cuestión de construir muros, sino de construir puentes.

+ Franciseo Cerro Chaves
Obispo de Coria-Cáceres