(Orar
con Jn. 12, 20-33)
Jesús siempre es la respuesta a todos nuestros interrogantes. Camino de la
Cruz, nos va a decir que la Cruz es el camino con dirección obligatoria, pero
no el destino que es la Resurrección y la Vida. ¡Nos llena tanto de esperanza
saber que todas nuestras cruces están heridas de resurrección! ¡Saber que,
detrás de la noche, viene galopando la aurora! Es necesario vivir en el
convencimiento, que nos tiene que dar el amor del Señor, de que el grano de
trigo tiene que morir si quiere dar fruto. Tiene que ser sembrado en el surco
de la vida y, sin embargo, su profunda vocación es vivir y dar fruto. Es el
anhelo del corazón del hombre de nuestro tiempo y de siempre. Es el
desbordamiento de un Amor que vence en medio de todas las dificultades y
tensiones que provoca la existencia. Jesús sabe que va a morir y entrega la
vida. Lo hace como una declaración de amor a cada persona. La entrega de la
vida a la persona que amamos es el sello de autenticidad del amor. Cristo da la
vida y se convierte en grano de trigo que cae en tierra para que tenga vida
y la tenga en abundancia. Lo único que hace es vivir por amor, para sembrar
amor, para con su Muerte y Pasión, decirnos que su amor es más fuerte que el
pecado, que el dolor y que la muerte.
No sólo es un amor de verdad, sino que, además, nos lo está diciendo
continuamente, aun en todos los acontecimientos de la vida, incluso donde nos
es muy difícil descubrir el amor de Dios. Ahora, cuando se acerca el momento de
perder la vida, Él sabe que es ganarla , porque el grano de trigo
explotará en vida cuando llegue la primavera. Es la lección de la vida. Es
nuestra propia realidad. Es nuestra profunda fe cristiana. La última palabra no
la tiene la muerte, ni el dolor, ni el egoísmo, ni el terrorismo, ni el
aparente triunfo que viven en nuestra sociedad los poderosos en contra de los
débiles. Hoy, Jesús nos aclara todas nuestras dudas. Tritura nuestras profundas
heridas cuando vemos que, en la sociedad, en nuestro corazón, existen muchas
cosas que no funcionan. Es la realidad del grano de trigo. Es una imagen
que vale más que mil palabras. Hay que morir para vivir. Tan sencillo,
como decir que, a pesar de todas las nubes, el sol sigue brillando en el cielo.
Es necesario, en la Pasión, permanecer con la esperanza de que todos nuestros
cansancios, todas nuestras muertes, todos nuestros pecados los vence su Amor,
esperanza rebosante de vida. Como decía el Hermano Rafael, «toda la ciencia,
consiste en saber esperar».
+ Francisco
Cerro Chaves
Obispo de Coria-Cáceres