martes, 7 de octubre de 2014

Como un volcán


(Orar con Jn. 3, 14-21)
En el encuentro con Nicodemo, que por miedo a perder su prestigio visita a Jesús de noche, de pronto, se encuentra esta confidencia de Jesús: Tanto amó Dios al mundo que le entregó su Hijo Único. En el fondo es la revelación del estilo del amor de Dios. Así amó Dios al mundo, así te ama Dios a ti, así es el estilo de su Corazón. ¿Y cómo ama Dios? Estamos en el corazón de la Cuaresma, como preparación a la Pascua. El amor del Padre ha sido entregarnos a su propio Hijo. Precisamente, san Juan utiliza, para hablar del amor del Padre y del amor del Hijo, la misma palabra: entrega. ¿Puede existir amor sin entrega? ¿Puede haber entrega sin amor?
Nicodemo que se convierte, como muchos hombres de nuestro tiempo, en buscador en la noche, me recuerda las palabras bellísimas del poeta Luis Rosales: «De noche iremos, de noche; sin luna iremos, sin luna, que para encontrar la fuente sólo la sed nos alumbra». Nicodemo, al que el Señor le ha dicho que tiene que nacer de nuevo, va a descubrir que vivir el Bautismo es contemplar cómo nos ha amado Dios. Nos ha amado el Padre dándonos a su Hijo. Lo ha hecho sin condiciones. Nos descubre lo serio, lo grande, lo apasionante de su Amor. Verdaderamente, como dijo Jesús a la Beata Ángela Foligno: «No te he amado en broma». Éste es el estilo, la norma, la clave de cómo nos ha amado Dios, con un amor concreto y real. Más fuerte que la vida misma. Y a cada uno. El Padre no sabe amar en abstracto. En abstracto, ¿se puede amar a alguien?
Dios sólo sabe amar en concreto, a cada uno; ha perdido la cabeza por cada uno de nosotros. Como pierde la cabeza por el hijo pródigo, por la oveja perdida. Así amó Dios al mundo es la expresión de que su estilo de amar es concreto, a cada uno, y que es un amor que da la vida. No es un amor en general. El Padre no sabe amar en general. Su amor es concreto como un fuego, como un volcán. Es un amor que tiene el sello del sacrificio hasta la cruz; por tanto, un amor verdadero. La Madre Teresa de Calcuta decía que lo que da sello a la autenticidad, a un amor, es la capacidad que lleva de sacrificarse por lo que ama. El sello del amor de Dios es éste. Así amó Dios al mundo. Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su propio Hijo. Amar con la entrega es sello de autenticidad, calidad de origen de su amor como un volcán. Un amor que no podemos ni imaginar. Así amó Dios al mundo. Dándonos a Jesús.
+ Francisco Cerro Chaves
Obispo de Coria-Cáceres