viernes, 5 de septiembre de 2014

El dracma perdido



Cuántas veces habrías observado, Señor, cómo tu Madre buscaba la moneda perdida hasta encontrarla y decírselo gozosa a sus vecinas.
Tú nos has encontrado a nosotros, que estábamos perdidos y te has alegrado con un gozo indescriptible en lo más profundo del Corazón.
Se, Maestro mío, que me buscas con amor de enamorado Con un deseo ardiente de llenarme el corazón de tu presencia. De tu ternura. Poco a poco voy aprendiendo a confiar y a ser feliz con el gozo de que Tú me has encontrado.
Tu amor es un amor que “pierde la cabeza” por todos y cada uno de nosotros y que sólo vive para “rescatar lo que estaba perdido”.