Cuántas
veces habrías observado, Señor, cómo tu Madre buscaba la moneda perdida hasta
encontrarla y decírselo gozosa a sus vecinas.
Tú
nos has encontrado a nosotros, que estábamos perdidos y te has alegrado con un
gozo indescriptible en lo más profundo del Corazón.
Se,
Maestro mío, que me buscas con amor de enamorado Con un deseo ardiente de
llenarme el corazón de tu presencia. De tu ternura. Poco a poco voy aprendiendo
a confiar y a ser feliz con el gozo de que Tú me has encontrado.
Tu
amor es un amor que “pierde la cabeza” por todos y cada uno de nosotros y que
sólo vive para “rescatar lo que estaba perdido”.