Mirar desde el Cottolengo de las Hurdes a tantas
montañas, pueblos pequeños y paisajes de ensueño te hace descubrir la belleza
inmensa de esta tierra extremeña.
Pero si estás por dentro, descubres de labios de las
hermanas, de todos los que trabajan en la Casa y de sus voluntarios una huella todavía
mucho más profunda: la belleza de tantas personas que allí son atendidas y que
cuando se ven servidas por amor, tarde o temprano la expresión que aflora en sus
caras es la sonrisa de quien se experimenta verdadera y profundamente amado.