La beatificación del P. Hoyos ha sido
una gracia inmensa para la archidiócesis de Valladolid, para toda España y para
el mundo.
¿Porqué? Porque la Iglesia reconoce que
el P. Hoyos ha vivido las virtudes heroicas de la fe, la esperanza y la
caridad, porque “entregó su vida”, y
se unió a la Obra Redentora de Cristo con la entrega de su propia vida.
Es también una gracia y una tarea el
saber que este jesuita de Torrelobatón (Valladolid), que vivió en lo que es hoy
el Centro Diocesano de Espiritualidad del Corazón de Jesús, y es una exigencia
inmensa de agradecimiento y de amor. Saber que a través de nosotros se sigue
cumpliendo la promesa de reinar en
el corazón de todos los que nos acercamos a beber de la fuente que brota del
corazón abierto del salvador (cf. Jn. 19).
Por último es también una tarea que debe
impregnar la diócesis, las parroquias, los grupos, los movimientos y en el
Santuario y Centro de Espiritualidad, tiene esa misión desde que lo inició D.
José Delicado. Sería un centro que tendría que hacer memoria, junto con el
Santuario de la Gran Promesa, para que la tarea sea la de extender el amor de Dios hasta los últimos
rincones de la tierra. Empezando por estas tierras y continuando hasta el
último lugar de la tierra, donde tiene que llegar el Amor de Cristo.