lunes, 4 de noviembre de 2013

El Corazón de Jesús, Fuente de Agua Viva


Jesús se lo dijo a la samaritana y lo va a repetir en la cruz: Tengo sed (cf. Jn. 4, y Jn. 19, 28).
El Señor tiene sed de mi amor. Jesús es el “agua viva” y el sediento. Tiene sed de amar “hasta el extremo” y sed de ser la fuente de agua que brota “hasta la vida eterna”.
Cuando del Corazón traspasado de Cristo en la cruz sale sangre y agua (Jn. 19, 34), el evangelista ve cumplido que Jesús es la fuente de agua viva donde pueden acudir todos los sedientos de amor para alcanzar la salvación.
El hombre necesita beber del Amor y amar “dando la vida”; para eso tiene que beber de la fuente de agua viva que es el Corazón traspasado del Señor.
Los israelitas en el desierto buscaban fuentes de agua para saciar su sed. Los hombres de todos los tiempos tratan de saciar su sed de amar y lo encuentran en Cristo, que abre de par en par su Corazón para decirnos que nos ama siempre y con locura.
El Corazón de Jesús es un Corazón sin puertas. Es fuente de donde brota la verdadera libertad y el verdadero amor. Sin Jesús, el hombre muere de tristeza y agoniza por falta de amor. Encontrar a Jesús es encontrar en el “desierto de la vida” el verdadero amor que sacia plenamente nuestros corazones.
Es curioso que san Juan, que siempre habla del agua como vida al contemplar a Cristo muerto en la cruz y ver brotar “agua y sangre” de su costado es como si viese un adelanto de la resurrección: en el Crucificado, del que brota “agua”, viene galopando ya la resurrección y la vida.
Jesús es el agua viva, que sacia nuestro corazón sediento de amor. Por Él, con Él y en Él, encontramos que el “agua viva” nunca dejará de brotar de su Corazón abierto. En Él, el hombre encuentra el gozo de “beber” de la fuente de la salvación. El Corazón de Jesús, fuente de agua viva, es nuestra salvación; nuestra esperanza de que Dios nos ama siempre y sin puertas, con Corazón abierto y redentor, para que los hombres “tengan vida y la tengan en abundancia”.