Dice un salmo: “Protégeme, Dios mío, que me refugio en
ti”. El Corazón de Cristo es nuestro refugio en los momentos difíciles y
siempre. Es refugio no huida. Se cuenta en el Antiguo Testamento que cuando un
ladrón huía de la justicia, se refugiaba en el Templo y allí no podía entrar la
justicia, pues era un lugar reservado para sólo Dios. Esta comparación es muy hermosa
aplicada a nuestra vida. A nosotros nos cuesta mucho el permanecer delante de
la justicia de Dios. Verdaderamente somos pecadores… pero nos introducimos en
el templo de su Corazón donde sólo llega su Misericordia y ahí hacemos el
refugio de nuestra vida. Para sentirnos seguros en su misericordia, que debe
ser el refugio de nuestro corazón.
Vivir con este convencimiento de que el Señor es nuestro refugio
cuando lo pasamos mal, cuando la vida nos pone a prueba, cuando nos sentimos
cansados y agobiados.
El Señor es nuestro refugio siempre. En Él podemos
confiar. Con Él estamos seguros. El Señor con su Corazón es nuestra
garantía-refugio. Todos sabemos lo que es la garantía cuando compramos algo. La
garantía significa que si se “estropea” lo que hemos comprado, la garantía lo
soluciona. Pues nuestra garantía es el Corazón de Cristo, que es refugio. Con
Él nuestra vida nunca fracasa, no se “estropea”. Él es la garantía de los
pobres, de los que sufren. Con él nunca
en nuestra existencia estamos perdidos, todo se puede solucionar. A veces me
encuentro en mi vida con hombres y mujeres que parece que arrastran un cadáver
en el corazón. Son pesimistas. Les cuesta vivir. No tienen casi ninguna
esperanza. Y siempre les presento a Jesús y les digo que con Él todo tiene solución.
Es refugio en los momentos de peligro. Es gozo contra la tristeza. Con Él
nuestra vida siempre tiene salida. Sin Él ¿dónde iremos? Jesús es refugio
siempre y nos llena el alma de la certeza de su amor. ¡Si! Somos amados siempre
y su Corazón es el refugio donde podemos pasar las duras tormentas de la vida.
Acercándonos a Él, nuestra vida se transforma en fiesta.
En su Corazón se bebe el vino de la alegría. Cuando no podemos más, es refugio
que nos da la garantía de que su amor hacia nosotros es incondicional.