viernes, 23 de agosto de 2013

El Absoluto

Orar al Absoluto, al Dios que no cabe en el universo, es creer que Dios está más cerca de mí que del átomo y de la rosa.
En mi oración he ido teniendo cada vez más la actitud de adorar. Siempre me ha parecido increíble descubrir a Dios, presente en la Eucaristía, y a la vez necesitado del cariño de los hombres. El Absoluto mendigando de sus criaturas. El Poderoso, sembrando de flores nuestra tierra para que, a través de ellas, se descubra que Dios nunca olvida a la gente.
Parece como que Dios tiene más necesidad de mí que yo de Él. Nos quiere a rabiar. Nos ama desde su ser Absoluto.
Muchas veces mi oración se convierte en adoración. Sin palabras, dejo que hable mi cuerpo, que se postra delante del Absoluto.
Entonces me quedo en silencio y descubro que sobran palabras y hace falta cariño. Sobran elucubraciones y falta santidad. Sobra discurrir y falta actitud de acogida al misterio que tengo delante en la Eucaristía.
El Absoluto, por amor, se convierte en presencia en un poco de pan y un poco de vino. Se queda con nosotros para siempre, no unas horas, ni en un lugar concreto, sino siempre Vivo en los muchos lugares donde su presencia eucarística se convierte en amor a todos.