Cuando
no me queda nada,
cuando
me encuentro en las últimas,
me
quedas tú,
cercano
siempre a mi pobreza,
dispuesto
a llenar mi vacío.
Soy
pobre y cada día
estreno
el gozo de vivir
sabiendo,
Señor,
que
tú eres mi riqueza.
Soy
pobre,
me
caigo muchas veces,
me
cuesta levantarme
y,
sin embargo,
te
digo al oído:
“Gracias,
porque mi pobreza
es
el reclamo de tu Corazón”.
Amén.