Quinto
domingo de Pascua
Yo soy el camino y la
verdad y la vida
Jn 14, 1-12
Jesús nos sigue revelando en plenitud el misterio de la
Trinidad, donde el Amor del Padre es el artífice de la Redención, muerte y
resurrección de Cristo para la vida del mundo. Será el Espíritu Santo Señor y
dador de vida, el que enviado por el Hijo desde el seno del Padre, tendrá como
misión suscitar en nosotros los sentimientos de Cristo, la evangelización de
los pobres.
1. Hoy el evangelio de Juan nos dice que Jesús es el camino de la vida
Verdadera. No hay que buscar otros caminos ni atajos. Viviendo por Cristo, con
El, y en El, descubrimos que todos quienes han visto a Jesús se han encontrado
con el Padre. La conocida meditación de San Ignacio de Loyola, en la segunda
semana de Ejercicios espirituales, nos presenta a la Trinidad contemplando un
mundo necesitado de Redención y diciendo el Padre en plural, háganos redención
y el Verbo se encarna, el Hijo amado del Padre...por nosotros los hombres y por
nuestra salvación bajo del cielo. Desde que comenzamos la cuaresma con el
miércoles de ceniza, camino hacia el Corazón de la redención, que es el Triduo
pascual y en estos momentos de las cincuentena pascual, la Trinidad sigue
apareciendo e invitándonos a conocer en profundidad el misterio del Amor de
Dios, revelado en Jesucristo muerto y resucitado, vivo para siempre en la
Eucaristía.
2. Aparece también la paciencia de Jesús con sus apóstoles y discípulos que no
se enteran, como nos ocurre a nosotros, de la incondicionalidad de su Amor. La
paciencia es esencial en la vida cristiana y en la evangelización. Como repetía
el Hermano Rafael, toda la ciencia consiste en saber esperar. Cuanta paciencia
derrocha el Señor con los suyos, a los cuales les esta explicando una y otra
vez sus grandes misterios, en favor suyo y no se enteran...muéstranos al Padre
y nos basta. Y el Señor con paciencia escucha y sigue sembrando. El papa
Francisco repite continuamente para todos los formadores y educadores la
necesidad de una dosis inmensa de paciencia, porque cuando creemos que todo
está perdido, el Señor nos sorprende con frutos de nuestra siembra en los
corazones, que nos recuerda lo del salmo...los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares.
3. Avanzamos con el Padre hacia Pentecostés. El fruto que nos ha conseguido
con su muerte y resurrección el Señor ha sido el Espíritu Santo. Comienza cada
vez más a salir en el Evangelio y recogido en muchos textos litúrgicos, el
Espíritu Santo que a través de Jesús se va revelando su profunda identidad
trinitaria. Es una gozada descubrir como a través de sus siete dones y de sus
frutos, especialmente el amor, la paz y la alegría, el Espíritu Santo como
Maestro interior, va formando en nosotros una sabiduría y una fuerza para
testimoniar ante el mundo el Amor de Dios que vence nuestros miedos y
dificultades.
+ Francisco
Cerro Chaves
Arzobispo de
Toledo Primado de España