Domingo de Pascua.
Jn 20, 1-9.
La resurrección de Cristo recorre todo el universo y la
historia, proclamándolo como nuestro Redentor y Salvador que vive para siempre.
No busquéis entre los muertos al que vive, resucitó de veras mi amor y mi
esperanza.
1. El peligro de la vida cristiana es seguir buscando a un Jesús muerto y no
descubrirlo vivo entre nosotros. Tenemos corazón de Magdalena y quizás nos
interesa más un Cristo muerto, un cadáver al que podemos manejar, que un Cristo
resucitado que nos lleva por donde el quiere y nos marca el camino. Tenía razón
Cristina de Arteaga, esta jerónima contemplativa que decía en un poema, que su
vida había sido la lucha del amor contra el Amor. Todos los que con Magdalena
caminan buscando un Cristo muerto deben volver a Galilea, a la vida nueva, que
es donde nos convoca el Señor.
2. Hay que seguir caminando para anunciar que Cristo vive a todos los hermanos
decepcionados de la vida, y contarle el gozo del Resucitado en nuestro corazón
y en nuestra vida.
3. El Señor resucitado nos convoca a su encuentro en Galilea, donde se
encuentran sus hermanos, la vida real, lo cotidiano. Lugar de tantos
acontecimientos del Señor con los suyos, donde quiere encontrarse con ellos en
el corazón de la vida y la existencia. También nos convoca el Cenáculo, lugar
del encuentro en la intimidad de la Eucaristía y donde resucitado, nos sigue
invitando como a Tomás, a tocar su Corazón, para que sirvamos de rodillas a los
sufrientes. Por ultimo nos cita en el camino de Emaús, para alentar a los decepcionados
por la cruz y el sufrimiento. La cita con el Resucitado sigue abierta y el
Señor no invita a tocar su Corazón y con El curar las heridas de los que viven
en todas las intemperies.
+ Francisco
Cerro Chaves
Arzobispo de
Toledo.Primado de España