Segundo domingo de Pascua o de la
Divina Misericordia.
Ocho días.
19-4-2020
Jn 20, 19-31.
El cenáculo es el lugar del encuentro con el Resucitado, con su Divina
Misericordia. El cuadro de la Divina Misericordia expresa este momento de envío,
que lleva consigo la buena noticia del perdón de los pecados. Por la entrañable
misericordia de nuestro Dios, se inaugura la proclamación por parte del
Resucitado de su Misericordia.
1. Siempre
el peligro de nuestra vida por tantos miedos acumulados es cerrarnos. El
peligro de los miedos nos paraliza el corazón. Vencer definitivamente los
miedos, es a veces, una misión que nos sobrepasa. Contamos con la gracia y la
ayuda del Señor. Los miedos hay que atravesarlos, si queremos caminar hacia el
Señor. Sabemos que al final del túnel, siempre está el Resucitado y que nos
alienta su Misericordia en el canino de la vida.
2. El
miedo de los apóstoles paraliza su capacidad para salir al mundo y proclamar la
redención de Cristo. Todavía deben prepararse para que el Espíritu Santo, Señor
y dador de vida, les ilumine y les de fuerzas para vencer todas las
resistencias a las que nos lleva el pecado.
3. Es
necesario volver al Corazón de su Misericordia, que es la Eucaristía. Es
necesario hacer un nuevo éxodo, para salir de nosotros mismos, de nuestro
pánico, para ir al encuentro de un mundo necesitado de Misericordia. Nos
podemos quedar encerrados en nuestras quejas y nuestras disculpas, con un
corazón que no ama. Pero también podemos volver al encuentro con la vida que
impulsa Pentecostés, y que nos envía a proclamar por los cuatro vientos, que la
Misericordia del Señor se expresa en su perdón, a través del sacramento de la
Penitencia y de la Eucaristía, pan de los pobres y maná en el camino de la
vida.
+ Francisco Cerro
Chaves
Arzobispo de Toledo,
Primado de España