Segundo domingo de Cuaresma.
Vidriera de Dios.
Mt 17,1-9.
La transfiguración de Mateo comentada magistralmente por
el papa Juan Pablo II en Vita Consecrata es una obra de arte. Aquí esta
expresada la vida cristiana, la vocación de seguimiento de Cristo que se
inicia, se mantiene y se culmina cuando decimos y vivimos una y otra vez la
experiencia del Tabor, que bien se está Señor contigo aquí. Aquí y siempre solo
el encuentro con el Señor en la montaña alta de la contemplación, nos lleva a
bajar al monte de la desfiguración, donde nuestros hermanos viven en el monte
Getsemaní triturados por el sufrimiento y el cansancio.
1. Suben los tres íntimos y allí en la experiencia contemplativa el Señor les
revela los secretos de su Corazón. Es necesario subir al monte para bajar al
valle. La vida cristiana de toda la vida, de siempre cantada y contada por los
místicos, es subir para bajar y es bajar para subir. Solo en ascender con Jesús
contemplativo del Padre y descender con Jesús a todos los lugares de
sufrimientos, donde se hacen miles de preguntas y cuánto cuesta esperar las
respuestas. Es verdad que el Señor no responde a nuestros porqués, sería
ponernos en el puesto de Dios, pero si tenemos paciencia y sabemos esperar, el
siempre responde a nuestros para qué...lo entenderás más tarde, nos recuerda
Jesús.
2. Se aparecen conversando con Jesús, Moisés y Elías. El significado es que
los dos juntos conversando con Jesús nos revela en profundidad lo que es la
vida de seguimiento de Cristo. Por una parte Moisés representa la ley del
Sinaí. Es el hombre que nos recuerda el cumplimiento de los mandamientos que
nunca están superados ni abolidos. Elías es el profeta contemplativo místico.
El hombre del silencio. Profundamente libre. El hombre carismático en el
seguimiento del Señor. Ser cristiano no es solo cumplir la Ley y basta. Tampoco
es vivir el carisma de siendo tan libres, acabar sin vivir nada y haciendo
siempre nuestra voluntad. Es necesario unir en el Corazón de Cristo la
fidelidad a la ley, que dialogando con Cristo y por la contemplación, nos haga
santos y no rigoristas, que acaba matando el encanto de la vida con Dios.
3. En el monte alto, en la preciosa teofanía o manifestación de la Trinidad,
se nos descubre y se nos llama con la profunda identidad de los que siguen a
Cristo y quieren convertirse como las vidrieras, en vocación de dejar pasar la
luz de Dios a los hermanos en el camino de la vida. Nuestra profunda identidad
es que somos hijos amados, predilectos donde Dios se complace y nuestra vida
tiene que estar determinada por el gran mandamiento de la escucha...escucha
Israel. Una llamada a que nuestra vida sea una escucha de la Palabra que nos da
vida.
+ Francisco
Cerro Chaves
Arzobispo de
Toledo. Primado de España