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domingo, 2 de julio de 2017

HOMILIA 2-07-2017- DOMINGO 13º DEL TIEMPO ORDINARIO

PERDER

El Evangelio de Mateo nos vuelve a presentar esos textos que no elegiríamos nosotros como página predilecta. Os confieso que me gustan poco los que siempre seleccionan en el Evangelio sus páginas predilectas y no les saques de ellas. Por lo menos puedo pensar que es una manera de seleccionar y elegir lo que va con mis gustos, con mi forma de pensar, con mi estilo y no sé si me pierdo el mensaje completo del Evangelio sin glosa (sin
explicación), que apostillaba San Francisco de Asís.
Por lo pronto, habla de la cruz que siempre que aparece nos huele a todos a muerte en cruz. Sin embargo, en todo el Evangelio entra la cruz en el “paquete” del seguimiento del
Señor. Aunque no nos guste la cruz, es la señal del cristiano y quien quiera seguir a Jesús tendrá que cargar con la cruz. Tan sencillo que lo repite, una y otra vez, el Evangelio.
Tampoco nos gusta mucho eso de perder la vida para ganarla,
para recuperarla. Todo lo que sea morir a uno mismo, perder, en una existencia como la nuestra, en una sociedad competitiva, donde todo lo que suene a negativo, a perder nos pone demasiado nerviosos, no nos gusta. Me comentaba un párroco de pueblo, amigo, que un Viernes Santo, antes de los Oficios, con un grupo de niños de la catequesis, tratando de explicarles la pasión de Cristo, los niños se hicieron un lío, porque tratando de explicarles el Evangelio de la cruz decía una y otra vez: “Esta tarde Jesús pierde la vida, pero la gana. 
A veces perder es ganar, claro que gana, pero comienza perdiendo”. Y un niño muy espabilado ante tanto perder y ganar le corta al párroco y le dice: Mi padre me dice que lo importante es participar. Carcajada general.
Son Evangelios molestos que hablan de cruz, de perder la vida, de abnegación y, sin embargo, sabemos que sin participación la última palabra no la tiene ni la muerte ni el perder la vida, ni el dolor, sino que participando de la misma vida de Cristo, la cruz
es el camino, pero no el destino que no puede ser otro que la vida feliz con Cristo Resucitado.
Aunque nos parezca en este Evangelio que Jesús no es humano, incluso parece expresar al presentarnos una exigencia que parece desorbitada, si seguimos leyendo descubriremos que la realidad es que su Corazón humano siempre nos alienta y nos comprende, hasta un vaso de agua dado al sediento no quedará sin recompensa .
Creo en un Dios que está en todo lo humano.

† Francisco Cerro Chaves
Obispo de Coria-Cáceres