Día frío de enero; Fátima amanecía entre una densa niebla
y ráfagas de lluvia y viento.
Allí, en la capellina, junto a la Virgen de Fátima, se
estrenaba el nuevo año con una memoria agradecida en el corazón. ¡Son tantas
las cosas con las que el Señor nos ha bendecido…!
Uno no puede hacer más que proclamar, una y otra vez, que
el Señor hace maravillas con los que se ponen en sus manos con la profunda
humildad de los últimos.
En este lugar la Virgen de Fátima abrió la preocupación
de su Corazón Inmaculado de Madre por una humanidad herida de guerra y
tristezas.
Mientras la lluvia golpea sobre el cristal de la capilla,
me acurruco en las manos de aquella mujer que dijo que Dios “derriba del trono a los poderosos y
enaltece a los humildes”. Vivo en el gozo de la pobreza total.