(Orar con Jn. 1, 35-42)
A veces nos
parece que Jesús está muy lejos de nuestra vida. Que se marchó hace tiempo de
vacaciones. Sin embargo, no es así. Él sale a nuestro encuentro. De forma constante
nos acecha con su ternura y su misericordia. Podemos descubrirle cuando somos
capaces de mirar la vida con ojos limpios, con los ojos de la fe.
Hace unos días
me encontré con un joven que me decía que estaba buscando no sabía qué, pero
que en el fondo no era feliz. Que le ocurría como a nuestra crisis, que todo el
mundo habla de ella, pero qué pocas soluciones aportamos. De pronto, me habló de
que estaba buscando y buscando; sin embargo, todo le parecía decepcionante. En
un momento de nuestra conversación, me espetó: «¿Tú conoces a Jesús?» Porque no
es fácil conocer en profundidad a una persona. La verdad es que me encontré con
una pregunta que jamás creí que nadie pudiera hacerme. Ello supuso que me
estuviera dando vueltas en la cabeza durante bastante tiempo. Este pasaje de
los apóstoles, primeros seguidores de Jesús, me hizo comprender: «Ven y lo verás». Nunca hemos acabado de
conocer y seguir en realidad a Jesús. Como mucho, sabemos que ha sido Él quien
nos ha encontrado a nosotros. Es su Amor el que nos captura día a día. Es
inmensa la ternura de su Corazón. ¡Qué
gozada el encuentro con Él! Aunque sea verdad lo que dice Pablo, de correr
para alcanzarlo, con la conciencia de que nos ha alcanzado Él primero y nos ha
seducido: Has sido más fuerte que yo y me
pudiste.
Nunca sabemos
demasiado de las personas que amamos. Posiblemente, siempre nos falta saber lo
más importante. El encuentro con Cristo, como aquellos primeros seguidores, me
cambió la vida. Creo que hoy no podría vivir de otra manera y, sin embargo, creo
que cada vez conozco menos todo el Amor que Él me tiene. Es como si con Jesús
la vida se viviese a color. Y sin Él, todo es en blanco y negro. Siempre me
cuestiona una frase del Rey Balduino de Bélgica: «El Señor me ha dado la gracia
de que, después de conocerle, todas las cosas del mundo no añaden ni un gramo
de felicidad a mi corazón». Me siento muy identificado con él, desde que el
Señor salió a mi encuentro.
Vivo con la
conciencia de que el encuentro con la persona viva de Jesús es lo más
importante de la vida. Nada se le puede comparar. Es una auténtica bomba de
relojería. Y, sin embargo, aquel joven acertó. ¿Es tan poco lo que conocemos de
Jesús? Y tanto lo que Él me conoce, y mucho más lo que me ama. Y, siempre con
Él, he sido inmensamente feliz. Os lo aseguro.