XXV DOMINGO
DEL TIEMPO ORDINARIO
SER
ENTREGADO
Mc.
9, 30-37
El Evangelio
siempre resulta molesto a nuestros intereses y egoísmos. La insistente llamada
de Jesús de hacerse pequeño, “como un niño en brazos de su madre”, a confiar,
choca frontalmente con nuestra autosuficiencia, con nuestro deseo de brillar y,
sobre todo, de ser el protagonista de todo. La pregunta siempre del millón es,
quién es el más importante en el mundo, en la Iglesia, en la familia, en mis
amigos, en mi empresa. Solemos dejarnos llevar por tantos intereses humanos,
por tanta falsa belleza. Por valores y criterios que no duran nada en el
corazón humano. Jesús va a poner claro unas cuantas premisas.
La primera es
que el más importante es el que más ama, el que más sirve, el que más entrega
su vida por amor. El Hijo del hombre va a ser entregado. El valor y la belleza
de una vida siempre está en la entrega por amor. No en ser eficaz, ni en un
activismo frenético sino en una vida entregada en sencillez y amor, amando como
“a lo tonto”, como hacen tantas madres que son sorprendidas siempre en su
corazón en un flagrante acto de entrega y amor y casi no se dan cuenta ellas
mismas. Ama quien se entrega sirviendo desde el amor. Jesús nos enseña este
camino que conduce a la cruz, al sacrificio, pero no se detiene hasta llegar a
la vida plena y feliz.
Por otra parte,
es verdad que nos ocurre a todos, como a los apóstoles y discípulos, que no nos
enteramos de la fiesta. Jesús habla de dar la vida, de la entrega, de recorrer
el camino desde un amor que no se para ante las dificultades, que quiere llegar
hasta el final.
Es verdad que
las dificultades del camino, a veces, nos echan para atrás, pero tenemos que
llegar al final, no pararnos ante las dificultades, sino confiar en el Amor del
Señor y saber que se ama desde el servicio humilde de los que eligen, como
Jesús, el último puesto y desde la entrega se pone en manos de los pecadores
para confirmarlo.
+Francisco Cerro
Chaves
Obispo de Coria-Cáceres